Hola a todos,

 

Para este artículo hago caso a un fuerte impulso que tengo para felicitar a Philip Coggan, el escritor de la columna ‘Bartleby’ en The Economist.

 

Una de las razones por las que disfruto leyendo o escuchando noticias de The Economist es porque es un placer para mí. Disfruto el lenguaje y las expresiones que usan en sus artículos, además de la variedad de los temas y la agudeza con la que analizan situaciones desde múltiples perspectivas. También incluyen sugerencias sobre lo que se puede hacer a continuación para avanzar hacia una solución. En tres palabras, están bien escritos, son perspicaces y prácticos.

 

Esta ‘columna’ en particular trata regularmente temas de trabajo, gestión y sociedad.

 

El que leí más recientemente fue sobre ‘Talented Jerks’, también conocidos como ‘héroes destructivos’ o ‘estrellas de rock tóxicas’. Sin embargo, el Sr. Coggan no dejó de recordarnos que “la mediocridad envenena silenciosamente a las organizaciones” (como el CO2) y nos alentó a no centrar nuestros esfuerzos de gestión sólo en los idiotas, para vigilar:

Me tienta ponerme a argumentar que ayudar a la cultura contribuye al resultado final, pero no es a eso a lo que quiero dedicar este artículo, así que lo dejaré pasar esta vez 🙂

 

Pero volvamos a los idiotas.

 

¿Qué es un idiota?

Un idiota es descortés, desagradable, posiblemente a veces un narcisista.

¿Por qué son un problema para las organizaciones? Su comportamiento es contagioso y afecta (negativamente) tanto la retención como la reputación de la organización donde trabajan.

 

Sin embargo, veamos algunos argumentos en contra de las políticas de “no permitimos imbéciles” que adoptan algunas organizaciones.

 

Decidir quién es un imbécil puede ser subjetivo

Coggan propone preguntas muy pertinentes para determinar si tenemos frente a nosotros a una persona que busca altos estándares o es poco razonable.

¿En qué momento la franqueza se vuelve aplastante?

Evitar a los imbéciles ¿puede convertir la cultura de una organización en una cacería de brujas?

 

“¿Qué tan idiota” es alguien?

How long is a piece of string?

Este es un dicho inglés fabuloso que tomo prestado para reflexionar sobre su segundo argumento: hay grados para la “imbecilidad”.

Todos estamos de acuerdo con la tolerancia cero hacia un “imbécil total” que destruye organizaciones pero…

¿Podemos “arreglar” a los que son ‘un poco idiotas’ o un ‘idiota ignorante’?

 

Yo diría que “depende” de quién esté a la mano para encargarse de “arreglarlos”, porque en mi humilde opinión cuando las situaciones no se corrigen con prontitud equivale a condonarlas.

Realmente creo que el comportamiento tóxico es uno de esos temas en los que “cuando no eres parte de la solución, eres parte del problema”.

 

¿Quién se da cuenta y qué puede hacer al respecto?

#1 ¿Ocurre exclusivamente en algunas situaciones?

Si alguien no es un imbécil todo el tiempo, tal vez la organización en la que trabaja aún puede beneficiarse de su desempeño “extraordinario” sin daños colaterales, siempre que no esté en una posición de poder o tal vez incluso en “relativo aislamiento“.

 

#2 ¿Ocurre “sólo a veces”?

Existen mecanismos de feedback en las organizaciones y es de esperar que los gerentes y los compañeros tengan la capacidad de darse cuenta y el coraje de hablar para que las personas tomen conciencia de lo como su comportamiento repercute a los demás.

No darte cuenta de que estás actuando como un idiota no es una excusa aceptable o, sin duda, no es nada que desee para tu entorno. No veo por qué alguien tiene que aguantar eso.

 

Inmadurez, miedo y amor.

Aunque muy probablemente esté simplificando demasiado este tema, muy a menudo relaciono a los idiotas con personas inmaduras que no han aprendido a dominar sus frustraciones (u otras emociones).

 

¿Cómo puede ser un imbécil dar resultado a las personas? (¿Cómo puede ser un comportamiento que ‘valga la pena’ y, por lo tanto, se sostiene?) Además del argumento de ‘obtener resultados’, creo que hay otra situación en juego: creo que los idiotas manipulan a los demás, los amenazan o los asustan. Son el tipo de personas que lideran con miedo en lugar de amor.

 

Así que ser un idiota puede funcionar para algunos… por lo tanto, más nos vale cuidar nuestro espacio y hablar, si queremos mantenerlo “libre de idiotas”.

¿En qué entorno preferirías trabajar? Prefiero la amabilidad.

 

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Soy analista de negocios, coach y copywriter. Me encantan las manualidades, soy una gran deportista y aficionada a los idiomas.

 

Trabajo como propietaria de producto (product owner) en Global Relay y colaboro en la junta de dirección de ICYE-UK.

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